miércoles, 16 de mayo de 2007

¿Comunicación Social?



ESTO LO ESCRIBIÓ LORENA, UNA BRILLANTE ALUMNA DE RADIO II:
Muchas veces me pregunté por qué exactamente estaba estudiando esta carrera, Comunicación Social. Me construí varias respuestas, unas más acertadas que otras, pero al final ninguna me convencía lo suficiente. Hoy creo haber encontrado la mejor respuesta: Para luchar. Y si bien todos podemos luchar desde donde estemos –porque no es necesario ser Comunicador Social para luchar por tu país- hoy sé, mejor que nunca, que quiero luchar con el micrófono que ya tengo en las manos, quiero luchar por las oportunidades que he tenido y por las que tendré (quiero luchar para tener más oportunidades) quiero luchar para permanecer y no para vivir en un “eterno retorno”. Y no es que yo sea la más nacionalista de todas, sino que he comenzado comprender que no se trata sólo de “yo me quedo en Venezuela porque yo soy optimista”, sino de tener la opción de elegir quedarme o no y que no sean razones políticas, ni socialistas (y mucho menos por razones personales de un ciudadano mal llamado Presidente, lleno de cobardía y de resentimientos) que deba marcharme antes de que no pueda hacerlo. Yo quisiera poder seguir estudiando mi carrera sin el miedo que ahora tengo. Pero sé que el miedo está allí para afrontarlo, enfrentarlo y vencerlo. Todos tenemos diferentes maneras de hacerlo. Mi manera aún no está definida, pero sé que no quiero vivir con una venda en la boca, porque no he estudiado para eso, no he crecido para eso, mis padres no se han esforzado para que “El Gobierno Bolivariano” o “La Revolución Bonita” les limiten el uso de los frutos de su esfuerzo. Yo no nací para callar la verdad, ni para ocultarla, ni para disfrazarla, ni para venderme al silencio de su existencia. Yo no he aprendido a ser cobarde, ni quiero aprenderlo, porque sería una vergüenza esconderme detrás de un color, detrás de un cielo triste, detrás de un número de cifras electorales inexistentes, detrás del miedo disfrazado de victorias ganadas, mientras va, tras telón, escondiendo derrotas humanas. No puedo vender mi esperanza, ni mi futuro, ni mi alma, ni mi nombre, porque, como diría Jhon Proctor, “Allí está mi nombre y no tendré otro mientras viva” (“Las Brujas de Salem”, del dramaturgo estadounidense Arthur Miller), no puedo mentir y firmar mentiras y creérmelas para darle apoyo a una Revolución que está destruyendo la dignidad y la esperanza de todos los venezolanos, los de verdad, porque aquellos que han vendido su alma, su nombre, no merecen llamarse venezolanos. No merecen tener en sus manos el futuro de los niños, la esperanza de nosotros los jóvenes, ni mucho menos la preocupación terrible de los adultos. Ni siquiera merecen ser los causantes de la mirada triste de un anciano que creció en esta tierra de gracia que ha sido tan destruida y maltratada y que ha descubierto el dolor más terrible: Que sus esfuerzos no darán frutos en su país, que sus hijos, sus nietos, sus biznietos, no podrán encontrar en Venezuela, la solidaridad que a ellos los recibió hace años atrás, sino que tendrán el destino de sus antepasados, que tuvieron que verlos partir sin más opción que levantar la mano y hacerle el triste gesto del adiós indefinido. Es triste. Es real. Es ahora.


1 comentario:

Álvaro Baquero dijo...

Lore simplemente quiero decirte que es muy bello el mensaje que has escrito y que siento muchas cosas, acerca de lo que está ocurriendo, similares a ti.